Administraciones públicas
Para que el proceso de diálogo tenga un impacto tangible en términos de cambio político real, quienes detentan el poder tienen que estar a bordo. Dependiendo de la fase del ciclo de la política pública y de la cuestión que se esté debatiendo, la lista de responsables relevantes abarca desde representantes del gobierno hasta altos funcionarios de los ministerios competentes, directores de organismos gubernamentales o jefes de las instituciones públicas encargadas de formular y/o adoptar las leyes, reglamentos, programas y proyectos que constituyen la política. Aunque lo ideal sería que los representantes de alto nivel de los órganos decisorios pertinentes participasen activamente en todo el diálogo, en la práctica rara vez será así, ya que es poco probable que los ministros se comprometan a embarcarse en un proceso tan prolongado. No obstante, la experiencia demuestra que están dispuestos a participar en determinados momentos clave, una vez que los responsables de sus ministerios han realizado el trabajo de base y los resultados empiezan a materializarse.
Naturalmente, estas "élites del poder" suelen tener prioridades diferentes a las de los funcionarios de nivel medio de los ministerios; al fin y al cabo, su actividad suele girar mucho más en torno a la política entendida como juego de poder que a la elaboración de políticas públicas para abordar los problemas de la ciudadanía, especialmente en los países polarizados, donde el debate político suele entrar en un bucle de confrontación estéril que lo acaba alejando de la realidad. La ventaja es que los mandos intermedios, aquellos que tienen los conocimientos técnicos necesarios sobre la política pública en cuestión, suelen estar más predispuestos a participar activamente en los procesos de diálogo, ya que a menudo estos pueden servirles para garantizar la aceptación de "sus" reformas. Por lo general, los funcionarios de nivel medio, conocedores de los circuitos burocráticos, son fundamentales para el éxito de cualquier reforma política y, por lo tanto, resultan esenciales a la hora de anclar el diálogo en el aparato administrativo.
Como consecuencia, una de las tareas fundamentales del anfitrión del diálogo consiste en identificar el nivel adecuado en el que ejercer su influencia e involucrar a los funcionarios que pueden hablar -en menor o mayor grado- en nombre de sus instituciones. Si son bien seleccionadas, estas personas tendrán acceso directo a los niveles superiores de toma de decisión en el ámbito de la política pública en cuestión e incluso pueden ayudar a atraer a representantes de otras instituciones que también podrían sentirse concernidas por los temas tratados en el diálogo.
Además de implicar a los ministerios competentes, el anfitrión del diálogo debe explorar siempre la forma de involucrar a esos otros actores clave del gobierno que son determinantes para la viabilidad de las reformas propuestas, como suelen serlo el Ministerio de Economía o la Oficina del Presidente o cualquier otra instancia con competencias transversales o de coordinación. Como mínimo, debe mantenerlos informados periódicamente sobre la marcha del diálogo y sus principales resultados. El proceso de diálogo puede tener éxito sin su participación directa, pero está abocado al fracaso si se oponen activamente a él o si otras partes implicadas participantes piensan que lo podrían hacer.
Lo ideal es que el anfitrión del diálogo intente conseguir no sólo la aceptación tácita de los responsables de la toma de decisión, sino también alguna forma de respaldo, aunque sólo tengan un papel personal limitado en el proceso. Como se explicará en la guía de herramientas (véase la sección siguiente), una forma de llegar a los responsables de la toma de decisión es mediante la ayuda de "pares", es decir, personas con un alto perfil público y reputación a nivel regional o internacional. Una de las lecciones aprendidas de los procesos INSPIRED en los que el Club de Madrid siempre ha actuado como socio estratégico es que las misiones de alto nivel de antiguos Jefes de Gobierno o de Estado pueden ser realmente útiles para impulsar el peso político del proceso de diálogo, especialmente cuando los intercambios tienen un objetivo claro y están totalmente alineados con el proceso de diálogo.
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