Sopesando prioridades

Un aspecto que el anfitrión del diálogo debe tener en cuenta a la hora de intentar lograr el consenso es el necesario equilibrio entre su “extensión” (entendida como el número y la diversidad de partes implicadas que respaldan la hoja de ruta para la reforma) y su “profundidad” (es decir, el nivel de detalle de las acciones propuestas).

En realidad, estas dos variables tienden a apuntar en direcciones opuestas, ya que cuantos más actores participen y más diversos sean estos, mayor será también el potencial de desacuerdo. Por otro lado, un número más reducido de participantes puede facilitar que las partes implicadas se pongan de acuerdo en acciones más concretas, pero esto no debe producirse a costa de dejar de lado a otros actores afectados por la reforma.

En consecuencia, la hoja de ruta para la reforma debe lograr un equilibrio entre estas dos variables con vistas a lograr un consenso sólido que siente las bases para la adopción de nuevas medidas.

Las Hojas de Ruta para la Reforma se presentan de diferente forma, cambiando de apariencia y alcance en función del grado de consenso alcanzado. Las realidades son siempre cambiantes y los procesos políticos rara vez son lineales, pero el ciclo de vida de las políticas públicas suele resultar muy útil a la hora de conceptualizar el tipo de cláusulas que pueden incluir las diferentes Hojas de Ruta. Lo normal es que éstas adopten su formato final en función de la fase del ciclo de la política pública en la que pretenden influir, determinando así las estrategias que los actores pueden adoptar efectivamente; no son iguales las tácticas y técnicas que se pueden emplear para fundamentar una determinada alternativa durante la fase de formulación que para sensibilizar a la opinión pública en torno a una determinada cuestión e incluir dicho asunto en la agenda política del país.

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